jueves, 9 de octubre de 2008

Un NO que cambió la historia

20 años han pasado desde el mítico 5 de octubre de 1988. Aquel día, podía ser histórico para la democracia, o para la continuación del régimen de Augusto Pinochet Ugarte, que se había prolongado por 15 años. A pesar de lo que muchos pensaban, el apoyo al presidente Pinochet era masivo, lo que hacía presagiar una dura lucha entre el “Sí” y el “No”, opciones del plebiscito para poder acceder a elecciones de todo orden político de forma democrática, ejercicio al que Chile, no tuvo acceso por cerca de dos décadas.

Desde la Moneda, el comandante en jefe de las fuerzas armadas y presidente de Chile, se hacía fuerte con la propaganda que desplegaba por todo el país con el propósito de convencer a los más de 7 millones de chilenos que irían a las urnas ese 5 de octubre, para que se inclinaran por la opción de prolongar su estadía en el gobierno por 8 años más. El principal argumento que utilizaba a su favor, era la estabilidad y el crecimiento sostenido económicamente hablando del país, desde el golpe de Estado el 11 de Septiembre de 1973, en contraste con la gestión de los mandatarios que lo antecedieron en el poder, haciendo especial énfasis en el mártir de la izquierda, Salvador Allende.


La llamada “Oposición” de los partidos políticos de izquierda, se fortalecía con la llegada de diversos personajes políticos y sociales del exilio, quienes su sumaron a los “valientes” que permanecieron en Chile para luchar por la vuelta a la democracia del siglo XX. Ricardo Lagos, Patricio Aylwin, Michelle Bachelet, Eduardo Frei Ruiz-Tagle (hijo del ex presidente Frei Montalva) y Andrés Zaldívar, entre muchos otros, fueron la cara visible de una “Revolución” y el emblema de un descontento generalizado en la clase media chilena, que ya estaba cansada de los abusos, violaciones a los derechos humanos y de la impunidad que gozaron muchos líderes políticos y militares, quienes se refugiaban en su calidad de “intocables” provocando resentimiento y represión en miles de familias nacionales, que por el simple hecho de pensar distinto, sufrieron las consecuencias de vivir en un país autocrático y poco tolerante.


Cerca de un año se llevaron a cabo campañas electorales en todo el territorio nacional a través de los medios de comunicación y, un mes antes del día “D”, comenzaron las franjas televisivas, que por primera vez en la historia eran utilizadas para fines políticos. La superioridad audiovisual del “No" fue tan evidente, que los mismos líderes del comando del “Sí” admitieron dicha ventaja, que de paso, atrajo a más de un indeciso a alinearse con el apoyo a la vuelta de la democracia. La ventaja que se avecinaba a favor del “No”, movilizó al grupo pinochetista en busca de una consolidación electoral, lo que despertó el temor de un posible boicot al plebiscito, que fue aprobado en primera instancia por el mismo gobierno militar.


El 5 de octubre, día de la votación, se podía respirar tensión, ya que corrían fuertes temores a que ocurriesen represalias de grupos de izquierda extrema o un levantamiento de armas por parte de las fuerzas militares, que evidentemente, no les agradaba la idea de dejar el poder. Grandes aglomeraciones, dificultades en las mesas y mucha expectación, eran la tónica de un día histórico para el país. Entrada la noche, se deliberó la victoria parcial del “No”, totalizando cerca del 53% de las votaciones válidamente emitidas, monto que no podía ser revertido, por lo que la concertación, aún sin poder celebrar con "bombos y platillos", ya sabía que su victoria era cuestión de tiempo.


Tras varias horas de reuniones en la Moneda, era un secreto a voces que Pinochet tenía los días contados al mando del gobierno, y que pronto, debía reconocer que había sido derrotado. Cerca de las 2 de la madrugada del 6 de octubre de 1988, el gobierno militar reconocía de manera oficial su derrota, en vista de los votos escrutados a lo largo del país, donde fue ampliamente superado en varias regiones, exceptuando la novena región de la Araucanía y la décima de Los Lagos, donde obtuvo más preferencia que el “No” por un estrecho margen.


Llegaba la mañana, y los partidarios del “No” salían a la calle a gritar su victoria junto a los líderes más emblemáticos de dicha transición, que posteriormente serían importantes administradores y gobernadores de Chile en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI.


Con Pinochet en el más absoluto hermetismo, se dio a conocer la noticia al mundo. Chile volvía a la democracia y comenzaba una nueva era para la nación, que luego de vivir su peor crisis con Allende derrocado tras una pésima gestión gubernamental, tuvo que sufrir 17 años de régimen, para poder salir a la calle libremente, y expresar con libertad y seguridad, la democracia tan añorada por chilenas y chilenos de todos los estratos sociales.


El primer presidente de la “nueva” democracia chilena, fue Patricio Aylwin, que más allá de ser un mandatario histórico por ser el primero que recibía el poder de jefe de gobierno de las propias manos de Augusto Pinochet, tuvo un correcto mandato, creando nuevas instituciones administrativas, educativas y económicas, que permitieron el descenso de la inflación y un crecimiento económico más eficiente y sostenido que el de la década de los 80´. El primer gobierno democrático de la “nueva era”, debía hacer énfasis en comenzar a cimentar el camino para responder con verdad y justicia a las miles de familias que perdieron a sus seres queridos durante los años de dictadura, además de intentar destapar la tremenda corrupción e inestabilidad que había acarreado Pinochet en sus últimos años al mando del gobierno.


De ahí en más, sólo presidentes socialistas y demócratas han pisado la moneda, lo que ha producido un vicio en el sistema provocando corrupción, agotamiento en las instituciones y una baja considerable de apoyo a la gestión de los mandatarios por parte de la población. Con Michelle Bachelet (primera presidenta mujer de la historia de Chile), el oficialismo tocó fondo, ya que la aprobación hacia la jefa de gobierno, ha rozado el 30%, cifra histórica en los 18 años de mandato de la izquierda en Chile.


A pasos agigantados se acerca una nueva elección presidencial, con muchos problemas por resolver y con una crisis financiera y social mundial, que retará a los líderes del país a tratar de contrarrestarla y "blindar" a una economía pequeña y débil como la chilena. Hacia el 2009, el favorito a ocupar el sillón presidencial, es el empresario y militante de Renovación Nacional, Sebastián Piñéra, que aprovechando la situacíón actual, sube en las encuestas de popularidad, en desmedro de los posibles candidatos de izquierda, como Ricardo Lagos o José Miguel Insulza, dos "fuertes" de la concertación y que de seguro, algo tendrán que decir durante el periódo de campaña electoral.


La democracia no asegura el éxito económico y político, pero sienta las bases de un desarrollo social libre, donde la sociedad tenga la oportunidad de decir lo que piensa, siempre en correspondencia con tratar de hacer el bien y no difamar al gobierno de turno ni a los políticos más populares, ya que mucha gente se ha esmerado en decir y hacer sólo para perjudicar, dejando de lado los intereses como nación y como país, que a través del ejercicio democrático, puede mirar al futuro con prosperidad y seguridad, involucrando a todos los sectores partidarios de una ideología u otra, ya que todos (supuestamente y eso espero) luchan por hacer de Chile, un país mejor.

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