Trinidad y Tobago fue escenario de una cumbre de Las Américas en medio de una de las coyunturas más difíciles de los últimos 50 años. La crisis en todos sus frentes, ha condicionado un encuentro que llegaba con expectativas de máxima tensión entre el presidente de Venezuela, Hugo Chávez y el de Estados Unidos, Barack Obama. A su vez, existía suspicacia por la asistencia del mandatario de Bolivia, Evo Morales, que pocos días antes del comienzo de la cumbre, se encontraba en plena huelga de hambre por la promulgación de una ley que le permitiese reelegirse una vez terminada su gestión actual.
Sin duda que el momento del antes y el después, fue el gesto de amabilidad de Barack Obama con su par venezolano, Hugo Chávez, al acercarse hasta donde se encontraba para estrecharle la mano, como una forma de apaciguar los ánimos, y encontrar los mecanismos de volver a relaciones de cordialidad y esperanza con un mismo objetivo por delante, enfrentar y derrotar a la crisis económica más grande de la historia.
Obama, fue la voz cantante en cada segmento de la cumbre. Desde sus intervenciones, donde le abrió la puerta a Cuba a relaciones abiertas con Estados Unidos, haciendo hincapié en sus esfuerzos por instaurar la democracia en ese país, hasta sus enérgicos dichos sobre el trabajo en conjunto que debe hacer América para superar la crisis, dejando de lado diferencias, ajustando agendas de cohesión laboral, y apuntando hacia el mismo lado contra las turbulencias de la "crisis perfecta", como afirmaba Chávez hace unos meses.
El presidente norteamericano no se quedó atrás en sus reuniones privadas y conversaciones de carácter "productiva", donde sostuvo diversos encuentros con mandatarios de Colombia, Alvaro Uribe, y de Chile, Michelle Bachelet, con quien se mostró especialmente atento en cada oportunidad en que se encontraron durante el almuerzo y la cena de la cumbre. A su vez, se mostró interesado en sostener tratativas comerciales y políticas con la mayoría de los representantes de los países que asistieron a la cumbre, como una forma de entablar relaciones, siendo dicho encuentro, el primero de carácter continental para el reciente electo presidente.
Un hecho que llamó especialmente la atención, fue el total apoyo de Obama hacia el gobierno de Evo Morales, dada la crisis interna que existe en Bolivia y la amenaza a la estabilidad gubernamental y la propia integridad del mandatario altiplánico en el último tiempo. Obama sostuvo que su gobierno, condena y está totalmente en contra de cualquier intento de derrocamiento de un gobierno democrático como el de Bolivia. A su vez, puntualizó que dichas amenazas no constituyen los deseos de su gobierno ni del pueblo estadounidense en el accionar de cualquier gestión gubermanetal de carácter democrático.
En una de las columnas hechas por Obama para los diarios y periódicos de latinoamérica, sostuvo que la cumbre permite a todos los presidentes elegidos democráticamente, la oportunidad de expresarse y ser parte del proceso del cambio que necesita todo el continente americano. A su vez, destacó las nuevas políticas en torno a las restricciones que existían contra Cuba, desde visitas de los cubano-americanos a su país, e incluso, el envío de recursos para los familiares que aun residen en la isla. Aquello ha cambiado desde que Obama llegó a la Casa Blanca, puesto que creyó innecesario y obsoleto una restricción de ese tipo, ante una crisis que necesita de todo y todos para afrontarla, e incluso, dejar los debates "trillados" del pasado atrás, y comenzar de nuevo.
Sin duda que la cumbre ha sido el principio de un nuevo proceso. Por lo mismo, Obama ha sostenido que de los dichos, se debe pasar a los hechos de manera rápida, eficaz y sostenida, por el bien de todos los pueblos del continente, sin excepción alguna, víctima de una crisis dolorosa y prolongada, en la cual ya no hay cabida para peleas banales de pensamiento e ideologías.
Se esperan las acciones de un continente dividido históricamente, pero ahora más que nunca, con nuevas caras y pensamientos, la esperanza se hace evidente ante un escenario que otorga una tremenda oportunidad de reinventarse y hacer de América un continente "armado" ante la inestabilidad mundial.
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