viernes, 3 de abril de 2009

93 días en el corazón de Felipe Cruzat


Felipe Cruzat ha dejado de existir. Fueron 93 días de larga espera, en una agonía interminable para su familia, donde todo Chile se mantuvo expectante al desenlace de una historia que cada ciudadano, la vivió a su manera, esperanzados en que algún donante apareciera con el corazón que tanto necesitaba el pequeño.

Hubo momentos de alivio en los rostros de su familia, ya que el gobierno chileno, pudo traer con urgencia y eficiencia, un corazón artificial provisorio desde Argentina, con el fin de hacer más llevadera la espera y paliar la poca resistencia que tenía el cuerpo de Felipe. Pero desde un principio, los médicos tratantes advirtieron que esa medida era sólo temporal, puesto que de igual forma, el menor necesitaba un trasplante de corazón cuanto antes.

Los días pasaban, y el órgano no llegaba. De muchos rincones del país aparecían posibles donantes, pero ninguno se concretaba. La luz comenzaba a apagarse, ante la impotencia de un país que proclamaba por un solidario, sin darse cuenta, que debió ser la misma gente, que debió ponerse en el lugar de Felipe, y darle vida, cuando la suya o la de algún familiar, haya llegado a su fin.

Felipe Cruzat se convertía con el paso de las horas, en un símbolo de lucha, en un niño que demostraba ante el mundo, que por la vida se pelea y se aguanta hasta donde las fuerzas no lleguen. Pero el donante no aparecía, y su valentía se esfumaba en las sombras de un corazón que decía basta. No en vano, fueron 93 días de lucha titánica contra un destino que estaba escrito en las bases de un país que predicó tanto, y que nunca empezó por casa a poner en práctica sus dichos y rezos.

Llegó la mañana del 3 de abril del 2009, y un problema en su vía respiratoria, provocada por una fuga de sangre, terminó por convertir a Felipe Cruzat en un mártir de la lucha en la espera por un donante. Minutos después de su deceso, Chile se paralizó. Luego de 3 meses de ansiedad, esperanza y anhelo, el corazón artificial del pequeño, dejó de funcionar, sepultando días y noches de una angustia inexplicable, de gritos de auxilio por parte de sus padres, y desatando un llanto general por la historia de un joven, que luchó hasta el último minuto por seguir viviendo, por dar un paso hacia delante en un existir que lo marcó, y le enseñó a un país entero lo que es pelear por la vida.

Más allá de la tristeza de su partida, Felipe Cruzat ha dejado una enseñanza, una lección de vida, y una línea de trabajo que se debe seguir para que en el futuro, jóvenes y adultos tengan un donante en menor tiempo y con las mejores condiciones posibles, porque no existe mayor derecho que la vida misma, y no hay mayor goze, que vivirla en plenitud.

El recuerdo de aquel joven de 11 años, quedará en la imborrable memoria de quienes siguieron minuto a minuto la suerte de un ser desconocido, que alcanzó la fama nacional a costa de un sufrimiento jamás deseado. No hay dudas, de que 16 millones, hubiesen preferido que Felipe Cruzat hubiese sido famoso por su talento, por sus dotes, o simplemente, por ser un chileno más trabajando por los suyos y por su país. Chile ha perdido a un grande de su gente, pero ha ganado un símbolo, un recuerdo, una luz, un ángel que nos enseñó y nos ejemplificó en 93 días, la vida fuera de todo campo banal, y la guerra contra todo aquello que quiera destruirla.


Un pequeño de 11 años, un ejemplo para millones, un lema de la lucha y un mártir por la vida.

Hasta siempre Felipe.

1 comentario:

Esto es amor dijo...

Deseo con toda mi energia que Felipe siga tan felíz como siempre se vió en todas sus fotos, que pena que su enfermedad tomara la importancia que tenía hace tan pocos meses, ya que si hubiera sido pública antes de ese tiempo, posiblemente todavía su sonrisa estaria en su hogar, no me queda más que decirle adios a este niño bello que lamentablemente llego a una tierra en donde no todos los seres son alegres y generosos como lo fué el, que Dios te bendiga Felipe y respecto al egoismo de nosotros los chilenos, nada puedo decir, cada uno tenemos algo que contar durante nuestras horas de meditación, quiera este mismo Dios permitirnos algún día escucharte reir, verte jugar y tantas cosas más que estoy seguro continuaras haciendo en el lugar en donde estás ahora. Hasta siempre niño hermoso.

Con mucho cariño para tí y todos los que te conocieron.

Manuel