domingo, 23 de noviembre de 2008

Por los niños


"..un canto a la vida, un canto a la dicha, y un canto al amor". Con las inmortales palabras del periodista Julio Martínez en la Teletón de 1978, lo dijo todo. Hoy, 30 años después, y con "Julito" fallecido, la cruzada vuelve a tomar protagonismo, cuando faltan pocos días para las "27 horas de amor". La meta de este año, alcanza los 13.000 millones de pesos, monto obtenido el 2007, cerca de las dos de la madrugada, cuando con júbilo, Don Francisco anunciaba que el objetivo se había logrado con creces. En el 2008, la situación no es alentadora, ya que la crisis mundial y el hecho de que en el 2009 no será posible realizar una Teletón, acrecientan los temores de no obtener dinero suficiente para resistir más de un año sin grandes ingresos.

La institución que ha acogido a discapacitados de todas las edades en las últimas tres décadas, necesita de la ayuda y cooperación de todos los chilenos, quienes año tras año, han logrado tomar conciencia de la realidad que aflige a miles de familias nacionales, que, han tenido que acudir a la Teletón, fundación sin fines de lucro y que sólo vela por recuperar a un niño que recién se hace camino al andar, trayecto que se complica el doble, si no cuenta con su cuerpo y mente completamente sano.

Ser algún día por algún accidente fortuito como "ellos", es el principal argumento por el cual los chilenos donan dinero a la causa, y no está lejos de lo correcto. Nadie sabe si algún día, tendrá que acudir a la Teletón para sumarse a la marginada "lista" de los discapacitados, gente normal, que puede ver en un segundo, su vida truncada por algún percance en su vida cotidiana, estando obligado a someterse a rehabilitación, que dicho sea de paso, no es un proceso fácil, barato ni menos agradable. Bien lo sabe Daniela García, egresada de medicina de la Universidad Católica, que tuvo que luchar contra la piedra más dura que la vida le haya puesto. La autora de "Elegí vivir", se encontraba en un viaje en tren desde Santiago hasta Temuco, pero esa noche, cuando pasaba entre vagones, se deslizó y perdió el control, cayendo al fondo, lo que provocó el corte de sus cuatro extremidades (brazos y piernas). El hecho conmocionó al país entero, y Daniela García, le demostró a todo Chile que nada era imposible, ya que luchó por la rehabilitación y supo salir adelante junto a toda su familia, quienes en un abrir y cerrar de ojos, vieron como la vida de su hija y la de ellos, iba del cielo a la tierra en un instante. Parte del proceso de rehabilitación fue gracias a la Teletón, que además de otorgarle el apoyo físico y psicológico, le dio un espaldarazo, a una mujer que soportó lo inimaginable, apelando a su entereza, vigorosidad y tremenda valentía, levantándose de una caída tan dura, que pocos podrían superarla como lo hizo este verdadero símbolo de lucha.






Ponerse una mano en el corazón y otra en el bolsillo, se ha convertido en una tradición cada vez que la Teletón acude a los millones de chilenos en busca de sustentar la causa más noble que ha conmovido a un continente entero. Pero, aún no es posible imaginar o siquiera soportar la idea de estar en los zapatos de un niño discapacitado, que recién comienza su vida y que a pesar de todo, sigue luchando con las mismas ganas del primer día. La vida segura, nadie la tiene, y los niños con discapacidad son la prueba viva de que ni todo el dinero del mundo puede asegurar la salud total de un ser humano. Es imaginarse por un minuto, qué se siente ser mirado en menos; ver en los ojos de la gente la desaprobación; observar la marginalidad que se convierte en una tónica en una sociedad cada vez más propensa a caer en la misma bolsa que un día discriminaron.

El dinero ayuda en todo sentido, sobre todo si es la única vía de ingreso de una institución que ha demostrado con sólidos argumentos porqué es tan necesaria su existencia en un país y en un mundo con discapacitados de tal magnitud, que no tendrían otra vía que la calle si no fuera por la Teletón.

Mirar a los ojos de un niño, y saber que él necesita ese dinero, pero no por donarlo, sino por sentir que con ello, se le está dando la mano a un ser humano que tanto lo necesita. Necesita nuestra cooperación, pero no la distinción social; necesita nuestro amor y solidaridad, pero no la indiferencia; necesita a todo Chile, a una nación que ha sabido sentir y llorar el sufrimiento de los más desamparados, que, irónicamente, son los que sonríen cuando pueden caminar un par de pasos, viendo la satisfacción en sus rostros, pintados de esperanza, de la alegría de saber que son mejores que el día anterior. Si no es la satisfacción más grande que tenga la vida de ver la sonrisa del niño y las lágrimas de su familia orgullosos de su hijo, entonces no se por que más se podría luchar.

"¿Sabe usted que es lo que hay en cada niño que sonríe? Un canto a la vida, un canto a la dicha y un canto al amor". Hagamos que sigan su camino, que recuperen la sonrisa hundida en sus heridos corazones, que 15 millones de chilenos vean y aprecien que nada es imposible, que la vida no tiene un destino fijo, que la vida se hace y se construye con lo más humano y sensible que tenemos, el amor y la comprensión por los que más lo necesitan.



"Por los niños. Dar hasta que duela."

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