domingo, 3 de agosto de 2008

Llegó el momento

Es la hora de la verdad. Comienzan los juegos olímpicos de Beijing en el lejano oriente y Chile una vez más, llega como tantas veces, con pocas esperanzas de medalla pero con el corazón lleno de esfuerzo y garra, algo que nos sobra.

El ejemplo más clásico de aquellos elementos característicos nos remonta al 2004, en los juegos olímpicos de Atenas, la cuna de este evento deportivo milenario. Los protagonistas: Nicolás Massú y Fernando González quienes venían precedidos de una mala campaña en el ATP lo cual no otorgaba buenos presagios en busca de las esquivas medallas, pero sí traían la bandera chilena bajo el brazo, elemento que por extraño que parezca, siempre elevó el nivel de ambos tenistas cuando más lo necesitaron; esa semana fue una de aquellas.

La Hazaña
Tanto Nicolás Massú como Fernando González llegaron a semifinales en singles y en dobles plasmando una semana de ensueño, ya que con un alto nivel de profesionalismo, pasaron por arriba de grandes tenistas en partidos realmente agotadores, de más de 3 horas de duración, algo que poco a poco, se fue reflejando en el cansancio evidente de Massú y el "Feña", ya entrada la semana.

La final olímpica pudo haber sido 100% chilena, pero una mala pisada de González en su partido ante Mardy Fish impidió que eso sucediera, y Fernando "solo" pudo luchar por el bronce ante Taylor Dent. En dicho partido, de más de 3 horas de duración, logró derribar al estadounidense para hacerse con el bronce, algo de lo cual tenía que estar orgulloso, a pesar de la poca motivación con la que contaba, cosa que cambió, ya que se dio cuenta que era igualmente histórico para Chile, país poco acostumbrado a ganar preseas olímpicas.

Pero faltaba lo mejor de ese día. Más tarde el "bombardero" jugaba la final de dobles junto a Nicolás Massú enfrentando a la dupla alemana de Kiefer y shuettler, quienes además de querer arruinarles la semana perfecta a los chilenos, no eran muy queridos dentro del circuito, sobre todo Kiefer, debido a su personalidad mal intencionada, más aún con los sudamericanos. Aquello fue un incentivo muy grande para los chilenos, quienes debieron sacarse 4 puntos de partido en el tie-break del cuarto set, algo que pudieron lograr bajo presión y con el ímpetu de querer lograr algo grande, una hazaña histórica.

Se quedaron con el 4° set y llegaron al quinto llenos de energía y fuerza piscológica, algo que a los alemanes les faltó, debido a la oportunidad perdida en los puntos de partido del cuarto episodio. Ya con un quiebre a favor, sacando González, Shuetler la mandó afuera y aquel momento se convirtió en un instante memorable; era el segundo del antes y el después; Chile lograba su primera medalla dorada olímpica de toda su historia, algo impensado años atrás, pero desde que Massú y González fueron tras su objetivo olímpico, ese anhelo se hizo más cercano, y así fue.

Se celebraba, pero no con júbilo, ya que quedaba el plato fuerte de la semana. Nicolás Massú debía jugar la final de singles al otro día contra todas las condiciones posibles. Recién se había podido dormir a las 5 de la madrugada, ya que además de haber terminado muy tarde el partido, tuvo que ir al control de doping, sumado a los masajes y otras rutinas que tenia que llevar a cabo si quería llegar "parado" a la final del domingo.

Al día siguiente, nuevamente fue llamado a un control de dopaje por la mañana, para después intentar entrenar antes del cotejo decisivo; fue en vano. Literalmente no se podía mover debido al desgaste físico que significaba haber luchado una semana entera en singles y dobles, totalizando poco menos de 24 horas de tenis en 7 días, y en esas condiciones salía a la cancha a enfrentar al verdugo de González, el estadounidense, Mardy Fish.

Tras ganar el primer set con relativa comodidad, Massú se "fundió". Ya no podía más. Y no se le podía exigir más de lo que había dado. El viñamarino había entregado absolutamente todo en la cancha. El cansancio le pasó la cuenta y en un abrir y cerrar de ojos, ya caía por dos sets a uno, jugando el cuarto con el mismo libreto de los anteriores: Fish pasando por encima de un disminuido Massú. Pero algo ocurrió. En un juego de servicio del norteamericano, el cual fue claramente malo, fue cantado como bueno y significaba un juego de saque importante para el estadounidense. Fue en ese momento cuando Nicolás cambió. Se olvidó del cansancio, sus piernas comenzaron a responder y su derecha tenía una efectividad pocas veces vista. Aquello fue creciendo y Fish fue cediendo ante la supremacía del "gladiador olímpico". Obtuvo un quiebre de servicio y se llevó el cuarto round de forma impecable sin indicios de agotamiento; lleno de ganas y de garra, algo que lo ha acompañado durante toda su vida.

¿Imposible?
Quinto set. 3 horas de partido. 7 días épicos para el viñamarino. El tenista chileno seguía jugando cuando el físico ya le decía basta, su mente decía lo contrario. No podía ser de otra forma. El sufrimiento era un rasgo fortalecedor, algo que engrandecía al chileno y que estaba a punto de llevarlo a lo más alto, al mismísimo olimpo.

Mardy Fish mostraba un buen juego, pero Massú era de otro planeta. Nadie se explicaba como seguía jugando y de gran forma dejando atrás el cansancio físico y psicológico de luchar por algo que jamás se había logrado. Olvidaban que se trataba de Nicolás Massú. Un hombre que en la vida siempre tuvo que luchar, viniendo de atrás, consiguiendo sus metas a base de esfuerzo, lucha y poniendo lo que lo ha marcado en la historia; su corazón de guerrero.

Promediando el quinto set, el viñamarino se fue quiebre arriba y con el servicio para conquistar su segundo oro en menos de 48 horas. Segundo servicio y Fish la mandaba ancha. Massú cae al suelo mirando al cielo; ya era el último suspiro tras más de 4 horas de partido, con todo en contra, el "Nico" vestía de dorado a un país entero.

Dos medallas olímpicas de forma magistral. Sufridas, merecidas e históricas. Lo hecho por estos tenistas, es quizás lo más grande que se ha logrado deportivamente en toda nuestra historia, la cual no es tan holgada como en otros países, pero es la más luchada, añorada y vivida de todas las victorias que se recuerden en unos juegos olímpicos. Lo acontecido, es algo que será contado por generaciones, ya que por una semana, 15 millones pusieron su fuerza y su corazón en la raqueta de González y Massú, quienes trajeron de vuelta las preseas doradas y la de bronce, medallas que serán recordadas por décadas no sólo por su significado, si no que también por la manera en que fueron obtenidas; sufriendo y viniendo desde atrás, y no podía ser de ninguna otra forma si se trataba de dos luchadores, dos gladiadores chilenos.

Hoy
4 años han pasado, y no en vano, sobre todo para el "Nico", quién pasa por el peor momento de su carrera desde que se encumbró entre los grandes tenistas del mundo. No ha podido conseguir buenos resultados en torneos grandes y sólo ha cosechado algunos dividendos en challengers, competiciones que deberían estar fuera del radar del viñamarino. Por su parte, González ha sabido mantenerse entre los 20 primeros pero con mucha irregularidad, hecho que ha mermado su capacidad de encumbrarse en el "top ten" y consolidarse en aquellos puestos de privilegio.

Así y todo, ambos llegan con grandes expectativas y ganas de darle una nueva alegría a Chile, país con pocas posibilidades de medalla, pero con la esperanza y la fe intacta en González y Massú, quienes han sabido responder en instancias decisivas y a las exigencias, con algo que siempre los va a marcar: llegar al olimpo con la adversidad de por medio.




¡Vamos Chile!

No hay comentarios: