viernes, 22 de agosto de 2008

La otra cara del desastre en España


Y eso fue todo

Han pasado algunos días desde que un avión de la aerolínea "Spanair" en España se incendio al despegar y produjo la muerte de 153 personas y dejó más de un centenar de heridos con secuelas de gravedad. Aquel trágico hecho fue portada de todos los medios del mundo en sus dos primeros días de acontecido; luego se desvaneció del contingente periodístico.

Es en ese preciso momento donde se comienza a vivir lo peor de una tragedia de tal magnitud. Familiares desesperados, cuerpos completamente quemados, heridos con pocas opciones de sobrevivir y un país que vuelve a recordar lo ocurrido hace 23 años, cuando murieron 500 personas al chocar dos aviones.

Un accidente de esa naturaleza impacta y desilusiona. Impacta porque más allá de que cada año nos vamos acostumbrando a escuchar que mucha gente murió en algún accidente, siguen siendo vidas humanas que estuvieron en juego y que se desvanecieron, desaparecieron y de la peor forma posible: quemadas. Personalmente, creo que morir ahogado o quemado es lo peor que te puede ocurrir. Sentir que un 1 segundo es una hora, resulta escalofriante, más aún si pensamos que hubo niños que sintieron en carne propia (literalmente) dicho suplicio.

Contaban algunos rescatistas y bomberos que cuando llegaron al lugar, el escenario era simplemente desolador. "Lo más cercano al infierno mismo" se lamentaba uno de los bomberos al rescatar algunos heridos de gravedad, y un centenar de muertos que dificilmente podrían ser reconocidos debido al nivel de quemaduras que presentaban sus cuerpos pulverizados.

La otra arista impactante, es la reacción de familiares que se encontraban en el aeropuerto y los que iban llegando al enterarse de que quizás nunca más volverían a ver a sus seres queridos. La incertidumbre y la confusión abundaban en aquellas personas que no sabían que hacer, a quien acudir y menos que esperar del trágico accidente; solo podían esperar lo peor.

153 humanos perdieron la vida, 153 familias sin entender porque les sucedía a ellos, 153 víctimas de un error humano, evitable y que por no tomar las debidas precauciones, terminó con la tragedia más grande de este tipo en 23 años.

Es en aquel punto donde me detengo y me desilusiono. El avión que transportaba a los pasajeros, era de la década de los 80´, obsoleto, con problemas técnicos y mecánicos, el cual dio problemas ese mismo día, factor que obligó a la aerolínea a posponer el vuelo por un par de horas. Se sabía que la nave daba indicios de agotamiento; ya había sido utilizada para otra aerolínea; ahora era el trampolín perfecto para la misma muerte.

El ser humano, por escencia, olvida todo rápidamente. La vida sigue después de la muerte; la vida sigue para los que viven y se acaba para los que se van. Los que ya no están son recordados y honrados con el simple hecho de seguir viviendo y no olvidando la valía de los que partieron. El simple hecho de la muerte es parte de la vida pero cuando se nos quita de esa forma, produce impotencia al que lo lee, escucha y ve; ni hablar de los familiares y seres queridos que con el simple hecho de enterarse de que aquellas personas por las cuales sentían un cariño infinito, murieron, quemados, sufriendo y de manera injusta. Son factores que hacen cuestionarse el por-que nos levantamos cada mañana en un esfuerzo por estudiar, trabajar, salir adelante para que todo ese trabajo, se esfume en un par de minutos gracias al error humano de otros que bien pudieron evitarlo. No es no querer la muerte, es simplemente buscar aquel fin justificado y hacerlo parte de mi existencia de manera igualitaria, justa y en su tiempo.

No me vengan a decir que esos niños muertos en el accidente, murieron en su tiempo. Ya es momento de tomar las precauciones cuando es debido sin importar las consecuencias monetarias, porque lo más preciado y lo que hace posible nuestra existencia y vitalidad, es la propia vida.

153 vidas humanas, fueron "quemadas". Eso se va con el tiempo. el dolor de sus familiares también. Lo que no se va es el recuerdo de sus vidas y el momento de su muerte, dolor que a pesar de todo, vivirá en nosotros.

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