Medellín, Colombia podría ser el escenario en que Chile pueda decir al fin que está en un Mundial después de 12 largos años de ausencia de la elite del fútbol y en la humillación casi asumida en Sudamérica. Más que tres puntos, más que clasificar terceros o cuartos, entre ceja y ceja está puesto el continente africano, que devuelva a Chile a gritar un gol en pastos mundialistas, de esos que rememoren el momento ensordecedor de un puñado de chilenos cuando Salas se “subía a la mágica escalera” para conectar el segundo tanto ante Italia, ante la mirada atónica de los europeos y el relato imborrable del eterno Pedro Carcuro.
Para muchos Chile está clasificado pero no vaya a repetirse el dicho que ni quiero recordar: “en la puerta del horno se quema el pan”. Es de esperar que la Roja pueda responder a las exigencias, deje en el camarín las ansiedades y despliegue el trabajo y talento ante un combinado colombiano golpeado por el bajo apoyo de sus fanáticos y escasas posibilidades de acceder al Mundial.
De más está decir que los pasajes de Chile al Sudáfrica 2010 devolvería el alma al cuerpo a tantos hinchas que fueron a cada partido en estos 12 años a apoyar a Chile cuando estuvo arriba y cuando estuvo abajo; de más está decir que el pase al Mundial será un homenaje implícito a los que ya no están y tanto entregaron al deporte chileno como Julio Martínez, y en un perfil más bajo pero no menos producente, Franco Carcuro, el fallecido hijo de Pedro Carcuro, que sabe como nadie, cuánto quiere su hijo que Chile brille en África y puedan conectarse más allá de lo físico, en la metafísica que es la pasión del fútbol.
Todo queda en manos de 11 guerreros empujados por 16 millones que ahogan en su pecho el grito final del gol que los lleve de vuelta al sitial que han merecido a lo largo de todo el proceso eliminatorio: Sudáfrica, here we go.
No hay comentarios:
Publicar un comentario