El siglo XXI trajo cambios notables en la tecnología, en la sociedad y sobre todo en la mentalidad. La mujer tomó una nueva posición y un gran protagonismo dejando de lado el machismo… ¿dejándolo de lado o poniéndolo como excusa cuando les conviene? Las contradicciones frente a este tema son de larga data, cuando las del “sexo débil” pedían una oportunidad para auto valerse y ser alguien en sus vidas, estudiar, formarse profesionalmente, divertirse y lograr la igualdad de condiciones y ventajas de las que siempre gozó el hombre.
No puede decirse que en la actualidad la mujer no está exenta de la polémica discriminación, aunque el vuelco de esta situación ha llegado a niveles en que las mismas mujeres se hacen aliadas de los factores del machismo que les conviene, y dejan de lado los que no son de su gusto. Sin ir más lejos, aun está el “apreciado” hecho de que es el hombre quien tiene que pagar todo, donde sea que vaya con su amiga o su novia, y la billetera de la mujer muchas veces ni se asoma por los restaurantes o los cines. Incluso hay mujeres más astutas que dejan su cartera en el auto y sólo extraen de ella lo único que usarán durante la noche: el celular.
Se amparan en el hecho de que nosotros debemos ser “caballeros”, cuando ese término va más allá de lo material, como es el de preocuparse por ella, abrirle la puerta o simplemente ser atento, cosas que no tienen precio pero que pocas veces se valoran. Ni hablar de conciertos o discotecas, en las que el bolsillo del “pobre novio” sufre como nunca, teniendo siempre que pensar por dos donde quiera que vayan, sin siquiera guardar la más mínima esperanza de que la mujer se apiade o al menos valore el esfuerzo y dé una parte del gasto que ella significa.
Todo lo anterior parte por un tema de mentalidad. En Europa y en países más desarrollados de América, la mujer ha podido sacudirse de ese machismo impregnado desde su niñez, dividir gastos, dejar una “frescura” que supone una bomba de tiempo en cuánto al bolsillo de los hombres en países menos afortunados, y ser consecuentes consigo mismas, es decir, afirmar que quieren igualdad y sacrificar lo que esa consigna conlleva, porque la forma en que el sexo femenino lleva las riendas de la lucha contra el machismo es ganar y nunca perder, exigir y nunca otorgar.
Entonces ¿quién es el verdadero machista? ¿Quién es el (o mejor dicho la) que no permite la madurez necesaria en la mentalidad de una sociedad en desarrollo? No lo niego, a ningún hombre le apuntan con una pistola en la cabeza para pagar todo y en los lugares que ella exija, pero aquello ocurre por muchas razones, desde la innegable presión social, pasando por el disgusto de la novia si el lugar no le agrada, hasta la impresión que quiera causar en la mujer, temiendo porque mire hacia otro bolsillo más abultado y mejor montado.
¿Quién es el hombre? No podemos exigir sin antes ceder, no podemos reclamar algo que nos cometen cuando nosotros lo hacemos de igual o peor forma. Si quieres igualdad, empecemos por casa.
No puede decirse que en la actualidad la mujer no está exenta de la polémica discriminación, aunque el vuelco de esta situación ha llegado a niveles en que las mismas mujeres se hacen aliadas de los factores del machismo que les conviene, y dejan de lado los que no son de su gusto. Sin ir más lejos, aun está el “apreciado” hecho de que es el hombre quien tiene que pagar todo, donde sea que vaya con su amiga o su novia, y la billetera de la mujer muchas veces ni se asoma por los restaurantes o los cines. Incluso hay mujeres más astutas que dejan su cartera en el auto y sólo extraen de ella lo único que usarán durante la noche: el celular.
Se amparan en el hecho de que nosotros debemos ser “caballeros”, cuando ese término va más allá de lo material, como es el de preocuparse por ella, abrirle la puerta o simplemente ser atento, cosas que no tienen precio pero que pocas veces se valoran. Ni hablar de conciertos o discotecas, en las que el bolsillo del “pobre novio” sufre como nunca, teniendo siempre que pensar por dos donde quiera que vayan, sin siquiera guardar la más mínima esperanza de que la mujer se apiade o al menos valore el esfuerzo y dé una parte del gasto que ella significa.
Todo lo anterior parte por un tema de mentalidad. En Europa y en países más desarrollados de América, la mujer ha podido sacudirse de ese machismo impregnado desde su niñez, dividir gastos, dejar una “frescura” que supone una bomba de tiempo en cuánto al bolsillo de los hombres en países menos afortunados, y ser consecuentes consigo mismas, es decir, afirmar que quieren igualdad y sacrificar lo que esa consigna conlleva, porque la forma en que el sexo femenino lleva las riendas de la lucha contra el machismo es ganar y nunca perder, exigir y nunca otorgar.
Entonces ¿quién es el verdadero machista? ¿Quién es el (o mejor dicho la) que no permite la madurez necesaria en la mentalidad de una sociedad en desarrollo? No lo niego, a ningún hombre le apuntan con una pistola en la cabeza para pagar todo y en los lugares que ella exija, pero aquello ocurre por muchas razones, desde la innegable presión social, pasando por el disgusto de la novia si el lugar no le agrada, hasta la impresión que quiera causar en la mujer, temiendo porque mire hacia otro bolsillo más abultado y mejor montado.
¿Quién es el hombre? No podemos exigir sin antes ceder, no podemos reclamar algo que nos cometen cuando nosotros lo hacemos de igual o peor forma. Si quieres igualdad, empecemos por casa.
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