
A través de los años, Chile ha sufrido, ha llorado, ha reído, ha sangrado. No ha sido un camino fácil, menos para países tan prematuros como los sudamericanos, a nivel económico, pero sobre todo a nivel mental. Existieron muchos que no vieron con buenos ojos independizarse porque no estaban listos para emprender vuelo, y en parte fue verdad. Los chilenos no estuvieron ajenos a la hambruna, al desastre, a la guerra, a la falta de liderazgo y unión entre su gente, algo que provocó conflictos civiles que causó la muerte de miles de inocentes. Decir que Chile no se ha equivocado, es un error; pero también es un error, afirmar que esa larga y angosta faja de tierra no nos provoca orgullo. Al contrario, nos engrandece decir que somos chilenos, que nos hemos equivocado a través de la historia, que muchas veces no hemos sabido aunar fuerzas y conciliar diferencias por medio del diálogo, si no que tuvimos que sufrir golpes a la vida de compatriotas, y golpes al corazón del chileno, pero hemos sabido cicatrizar heridas y ser ese país que muchos soñaron, un Chile unido.
Por dios que es gratificante decir que somos chilenos, de esos que nos cuesta todo y que sufrimos hasta el final para conseguir un éxito. Esos chilenos que aún se emocionan cuando ven a Marcelo Ríos alzar los brazos tras convertirse en el número uno del mundo; esos chilenos que aún se emocionan cuando ven los goles de Marcelo Salas en el mundial de Francia 98´; esos chilenos que aún sueltan lágrimas cuando ven a Nicolás Massú en el suelo al obtener la medalla de oro para Chile; esos chilenos que sienten el himno cada vez que lo escuchan y vibran cada vez que flamea su bandera; esos chilenos que luchan todos los días por hacer de su familia y de su país, un lugar mejor. A todos ellos, cada 18 de septiembre, no sólo significa empanadas vino y fiesta, si no que también, significa honrar a los que cayeron por nosotros, recordar episodios trágicos en la historia de Chile, pero con la certeza, de que a medida que pasa el tiempo, no hemos olvidado, pero hemos seguido adelante sabiendo perdonar y ser perdonados, sabiendo querer y ser queridos; ser chilenos y traspasar el orgullo y el patriotismo a nuestros hijos y a nuestros nietos.
Estamos a dos años del bicentenario. 200 años que harán recordar una vez más a los héroes y padres de la patria, que aunque no fueron profetas en su tierra, se llevaron consigo, la memoria de batallas libradas para hacer de Chile, un país grande, aunque no lo sea a nivel mundial, lo es en el corazón de los chilenos, una tierra que para nosotros, sigue siendo lo más preciado que tenemos.
No se olviden lo que nos hace verdaderamente chilenos; no tengan vergüenza de los errores, porque aquellos conflictos, fueron oportunidades para ser mejores y más grandes, para madurar y no volver atrás, para seguir adelante, lavar heridas y trabajar por tu patria, que hoy, celebra 198 años de verdadera emoción y orgullo.
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