viernes, 8 de mayo de 2009

Alberto Cutié y el debate del celibato en el siglo XXI

El reverendo Alberto Cutié fue sorprendido hace unos días en una playa de Miami en compañía de una mujer, con actitudes que evidenciaban la relación con dicha persona más allá de una simple amistad. Las imágenes difundidas dieron la vuelta al mundo desatando el escándalo en torno a los sacerdotes y el celibato, que muchas veces se ha violado descaradamente, y que el Vaticano sólo responde con su profundo arrepentimiento y el perdón por los errores de una institución que tantas veces ha encubierto falencias sobre las reglas que ellos mismos han sentado, provocando un choque entre necesidades tan humanas y las imposiciones del compromiso con Dios y con la iglesia una vez convertido al sacerdocio.

De todos los sectores, la tónica ha sido la condena al actuar de Cutié, que se disculpó públicamente por las fotos que lo mostraban a él y una mujer que no ha sido identificada en actitudes comprometedoras, aunque al mismo tiempo, el aun sacerdote, ha sostenido enérgicamente que un hombre "no puede estar solo", provocando un debate que vuelve a la luz mediática, cuando comienzan a alzarse voces que hablan de un celibato obsoleto y poco probable dentro de la iglesia que ha debido lidiar con escándalos tan horrorosos como la violación por parte de reverendos no sólo a mujeres, sino que también a menores de edad, víctimas de la aparente bondad e inocencia de los miembros del clero que han cometido actos criminales sin precedentes.





Más allá de la condena por dichas situaciones, lo cierto es que la iglesia debe pronunciarse de manera consensuada y firme, acorde con los tiempos, las exigencias del nuevo siglo y condicionados por los surcos al interior de su esqueleto religioso, que poco a poco se cae por determinaciones a sus miembros que provocan la locura, actos condenables y actitudes poco decorosas y ejemplares como el abuso sexual a niños, así como también el rompimiento del celibato, que hace mucho ha dejado de ser respetado en la intimidad por muchos sacerdotes.

Cutié ha mostrado su arrepentimiento, pero al mismo tiempo ha justificado su accionar, amparado en necesidades naturales, amparado en las muestras de apoyo por parte de fieles y fanáticos del reverendo, que no han olvidado el servicio a la comunidad brindado por el padre, a través de proyectos, remuneración de dinero, programas radiales y televisivos, que han hecho de Alberto Cutié un verdadero ejemplo. Aquello ha sido suficiente para ponerse de su lado ante la fuga de imágenes que delatan algo que era un secreto a voces, la necesidad de humanos, religiosos o no, de tener pareja, del contacto físico con el sexo opuesto o simplemente el hecho de sentir cariño y amor por otra persona, factores que evidencian que a la hora de comprometerse con Dios, la devoción no ha sido suficiente.

Pero el reverendo no es el primero ni el último miembro del clero que se verá envuelto en una situación como esta, ya que la iglesia ha cometido el error de no adecuarse a los tiempos, enfrascados en una actitud testaruda que nos les permite salir de su conservadurismo, intentado por todos los medios de quedarse en lo tradicional, olvidando que es una institución humana, en representación de Dios y de sus ideales, sabiendo de antemano que el celibato comienza a desvanecerse. Dicho sistema, que se encuentra en una fase de desgaste, ha dado paso a nuevas formas de adoración, que no son peores ni mejores, pero que otorgan cierta libertad a sus miembros de ser completamente humanos, entregados a su religión, pero también entregados a la vida, balance que hasta el día de hoy no se ha conseguido, pero que se pide a gritos al interior de una entidad que sin darse cuenta, pierde fuerza y adeptos por no escuchar y no querer abrir los ojos de una vez por todas.

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