viernes, 18 de septiembre de 2009

Made in Chile


¿Qué es ser chileno? Quizás la pregunta más difícil en estas fechas después de preguntar qué celebramos el 18 de septiembre. No, no es la independencia, sino que es la fecha en que se proclamó la Primera Junta Nacional, que dio pie a la organización de una nación cansada de abusos y de ser una colonia, y aunque no estaba lista para ser independiente, sus ansias y amor por su tierra, sembraron los frutos que apreciamos 200 años después cuando estamos a un año de celebrar el bicentenario de Chile.

Volviendo a mi pregunta, y quizás para cualquier nacionalidad, es difícil de contestar por tratarse de una inquietud ambigua, subjetiva, y cómo no iba a serlo si cada chileno vive su nacionalidad de acuerdo a su vida. Algunos tienen vergüenza y quisieron ser italianos como Marco Enríquez-Ominami, y otros cantaron “¿Por- qué no se van?” en la histórica década de los 80´. Otros simplemente se remiten a la “piscola” y a ser parte de un país tan largo y angosto que en el mapa casi se pierde si no fuera por las letras verticales que separan a nuestros vecinos Argentina, Perú y Bolivia.

Ser chileno es mucho más. Es un sentimiento que renace cada vez que el himno nacional suena en algún estadio europeo, o algún chileno logra resaltar sobre el resto en el área y en la disciplina que fuera o impone una curiosidad que ningún otro ciudadano del mundo se le hubiese ocurrido como el “astuto” que registró la luna como su propiedad.

Cómo olvidar los incesantes “C-H-I” cuando el país logró las sufridas medallas de oro en Atenas 2004 gracias a la proeza del “Nico” Massú y de Fernando González, o cuando Marcelo “Chino” Ríos lanzaba la raqueta al público y levantaba los brazos luego de derrotar a Andre Agassi para convertirse en el número uno del mundo.

La chilenidad es un amor que florece cuando estamos lejos de la patria y escuchamos con orgullo y aires de grandeza que Gabriela Mistral y Pablo Neruda son recordados como dos grandes de la poesía, dos premios Nobel, dos históricos, dos patriotas.

El patriotismo chileno es especial de por sí, algo así como el amor que reza Alejandro Sanz cuando canta “Qué fácil decir te quiero cuando estamos solos, lo difícil es hacerlo cuando escuchan todos”.

Chilenos que viven en el extranjero saben de eso y mucho más. Saben de la sensación que existe cuando juega la selección chilena y en un pequeño bar a 6 mil kilómetros de Chile se reúnen unos veinte y hacen el mismo ruido que una congregación en Plaza Italia luego de cada victoria nacional. Saben que cuando ven una bandera, una camiseta de un equipo chileno o escuchan el “wn”, se sienten un poco más cerca de casa y entran con la frase “¿Eri chileno?”. Una tradición.

Si hubiera una forma en que cada chileno viviera un tiempo fuera de su país y entendiera todo el amor oculto que hay por su patria, Chile sería otro, un país que sabe de sus malos tiempos pero que ha sabido levantarse y volver a enamorarse de si mismo.

Felicidades Chile.

martes, 15 de septiembre de 2009

Las ironías de un rey



El disco más vendido de la historia, los videos musicales más caros y famosos, polémicas por doquier y una genialidad sobre el escenario rodearon la vida del Rey del Pop, el hombre récord, Michael Joseph Jackson.

Con “Jacko” todo se puede y los suicidios ocurridos luego de su deceso para estar más cerca de su ídolo no se escapa de la realidad; a fin de cuentas, se trataba del músico más famoso del planeta, el artista que muchos conocían por delante de otros personajes tan emblemáticos como el mismo Jesús.

Durante los casi 51 años que pisó la tierra, Michael Jackson marcó la diferencia en todos los aspectos de su vida. Fue el más talentoso de todos sus hermanos, se movía como nadie podía hacerlo y logró combinar de manera armoniosa sus dotes artísticos para deslumbrar al mundo entero.

A sus cortos 24 años, Jackson tenía el mundo a sus pies. En la celebración de los estudios Motown, “MJ” interpretó uno de sus más grandes hits, “Billie Jean”. Pero eso no era todo; con guante en mano y un baile que hizo delirar a las asistentes, Jackson inmortalizó el paso que lo seguiría por el resto de su vida: el moonwalk.

Algunos dicen que lo copió, otros dicen que lo inventó. Qué importa, Michael Jackson sabía cuándo, cómo y qué paso debía hacer para elevar el éxtasis de su público a la máxima expresión.

Las excentricidades y los misterios fueron su más fiel acompañante en la solitaria vida que siempre llevó, siendo un obsesivo con el sufrimiento de los niños y su afán por formar parte de ellos, como viviendo en su carne, la niñez que nunca pudo tener.

Familiares, “amigos” y conocidos rodearon la vida del astro del pop, pero en su intimidad, Michael Jackson “era el hombre más solo del mundo”, afirmó alguna vez Latoya Jackson, su hermana. No era para menos, el costo de ser el hombre más famoso sobre la tierra trajo consecuencias catastróficas en su vida privada y en su carrera profesional, que se caía a pedazos cada vez que una polémica se asomaba en el horizonte de los medios de comunicación.

Su aspecto físico se transformó y Jackson se convirtió en un hombre blanco mientras cantaba “Black or White”, una especie de contradicción que se refugiaba en sus constantes excusas de tener vitíligo (despigmentación de la piel).

Durante la década de los noventa, Jackson realizó dos giras mundiales que rompieron todos los récords: History World Tour y Dangerous World Tour. Cerca de cuatro millones de personas vieron en vivo y en directo al talento del siglo, con presentaciones que incluso hicieron temblar el bolsillo de sus auspiciadores, que veían cómo Jackson llevaba a la realidad algo económicamente inviable.

La luz del rey del pop comenzó a apagarse durante varios años, sobre todo hacia finales de la década de los noventa y a lo largo de los primeros años del nuevo siglo, que fue testigo de diversos discos con los mejores éxitos de Jackson a lo largo de su carrera, aunque más de uno fue con la intención de recobrar parte de su alicaída fortuna.

Para muchos, su último hit fue “You Rock My World”, del disco Invincible (2001), el cual atrajo la atención del mundo entero ya que se trataba de la vuelta del rey del pop a los videos que lo hicieron tan famoso, pero al mismo tiempo se trataba del presagio de que su corona se caía sin consuelo alguno, y que los años traerían desgracia y problemas financieros a la triste vida del célebre artista.

Tras 10 años alejado de los escenarios y unos cuantos lejos de las cámaras, Michael Jackson anunciaba ante la sorpresa de todos, su vuelta a los escenarios en gloria y majestad a Londres en el teatro O2, en una serie de conciertos que ofrecería bajo el título de “This is it”, su última incursión antes de retirarse debido a su debilitada salud y peor imagen pública.

Su apuesta no se haría realidad, y Jackson caería inconsciente debido al abuso constante de medicamentos que acabaron con su salud y su vida, enterrando el cuerpo de un maestro de la música, pero inmortalizando su legado artístico para siempre.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Una vida de pasión y razón


Era el 29 de octubre de 1988. Florentina Soto esperaba con ansias la llegada de su cuarto bisnieto al mundo, un varón que debía nacer dos días después; pero el destino dijo otra cosa y nunca pudo ver abrir los ojos del pequeño Felipe, un bebé al que lo tildaron de “gringo” por sus casi invisibles cejas, ojos azules y un cuerpo abrazado por una gordura delineada por el pincel de Botero.

Felipe Humberto Vallejos Mellado se enteraría años después que nunca pudo conocer a su bisabuela, que tenía un gato llamado Felipe y que gustaba de los rubios; así es la vida. Mientras tanto, en esa calurosa tarde del aún no tradicional Halloween, el nuevo habitante de la clínica Francesa nacía y llegaba al mundo siendo el cuarto y último integrante de la familia, era el “bebé” de la casa.

Cuando tenía menos de un año, Patricia Mellado, su madre, tomó la decisión de hacer maletas y doblarle la mano al destino de una vida que le auguraba malos momentos. Su padre biológico no encontraba la madurez para hacerle frente a una familia y sólo vería a Felipe y a su hermana Patricia Vallejos esporádicamente, con salidas sabatinas al cine y en los veranos un cierto de periodo de tiempo, que poco a poco comenzaba a caer por su propio peso.

La vida le deparaba desafíos que lo forzaron a madurar anticipadamente. Su madre tenía hasta tres trabajos para mantener a sus hijos y muy poco tiempo para educarlos. Encontró un aliado en el “gringo” ya que se trataba de alguien tranquilo, “dócil” como suele decir su madre y algo apagado aunque en el buen sentido.

Luego de un tiempo marcado por la incertidumbre, un hombre llamado Christian Mahuzier se cruzó en el camino y los tomó de la mano sin obligación alguna, pero que terminaría dando su vida y esfuerzo por ellos, siendo su papá, su sustento, su amor, su último eslabón que tantas veces brilló por su ausencia.

Sin fisionomía ni apellido que ayudara, todo el mundo sabía que Felipe era Vallejos y no Mahuzier, pero la vida diaria y la educación marcaron la diferencia en su vida. No fue solamente el concepto familiar que se trató cada momento, ni todos los juguetes que le adquirieron, sino que fue la figura paternal presente en su vida, la formación personal y educacional, la construcción de un joven que vería más allá.

Asistió casi toda su vida al Thomas Jefferson School, de los primeros colegios bilingües presentes en Concepción, ciudad al sur de Santiago de Chile, y que le darían las herramientas necesarias para encontrar el amor de su vida: el periodismo. No sería hasta muchos años después que revelaría en su blog sus dolores, verdades y sueños que quería alcanzar en su jovial pero intensa vida.

Años de estabilidad y crecimiento marcaron su niñez. Cuando tenía ocho años llegó al mundo la pequeña Milka, quien a pesar de ser media hermana, sacó un parecido físico mucho más cercano que con Patricia, la mayor de los tres hermanos. Para salir de apuros, su hermana más grande, aseguraba que era adoptado y que por eso no tenían parecido alguno.

Poco tiempo después, Felipe viviría uno de sus más grandes dolores: la enfermedad de su hermana más pequeña. A los seis años, Milka fue diagnosticada con Diabetes tipo I, más conocida como la diabetes juvenil, una condición de vida que debería llevar por el resto de sus días, teniendo que preocuparse por la comida que consumiera, la insulina que debía inyectarse y lo peor de todo, perderse lo más preciado que tiene un niño: su inocencia y visión por la vida.

La familia vivió el pesar de manera fuerte e inesperada. Todos cooperaron y estudiaron para que Milka se sintiera acogida y pudiera sobrellevar el dolor. No fueron tiempos fáciles, el trabajo escaseaba y la situación se tornaba inestable. Su padre tomó la decisión de buscar nuevos rumbos y mudarse a Santiago, la capital de Chile, donde trabajaría un año y medio para luego volver a Concepción debido a que la situación no mejoró, más bien empeoró. Lo impensado se aproximaba.

Mayo de 2007. El corazón de un hippie irremediable le decía a Christian Mahuzier que era momento de vivir la experiencia extranjera con toda la familia y buscar nuevos horizontes laborales, y fue así como decidió trasladarse a República Dominicana con su esposa, Milka y Felipe, dejando a Patricia, la hermana mayor, en Chile debido a los pocos años de estudio que le quedaban.

Los sentimientos eran encontrados. Felipe sintió el impacto de no saber qué estaba por venir, aunque con el conocimiento de tantos programas y documentales sobre chilenos viviendo en el extranjero, conocidos como los “patiperros”; ahora sería uno de ellos.

Luego de tener más de una despedida con sus amigos y familiares, un melancólico “Felo” armó las maletas y su corazón, diciéndole adiós a su amado Chile, ese que no ha vuelto a ver más que en el horizonte y en sus recuerdos. Dos años han pasado desde esa vista hacia atrás por la ventana del avión, ese último rayo de sol de su querida patria.

En la actualidad, se encuentra estudiando lo que le apasiona en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y trabajando hace pocos meses en una revista en el comienzo de su incursión en los medios de comunicación. Vive una etapa que parecía tan lejana, pero que poco a poco se convierte en una realidad prometedora y una que de seguro dejará una huella imborrable en su paso por una isla en el caribe, que dejó de ser un mal recuerdo para pasar a ser una etapa de crecimiento y madurez que durará por toda la vida.