sábado, 26 de febrero de 2011

A un año del terremoto, estancados en el partidismo


Un cero a la izquierda, escasos avances, promesas incumplidas, abandono y miseria, todo reunido en un solo país, a un año del cataclismo que lo destruyó y que hoy, tiene a miles de sus ciudadanos hundidos en la desesperanza y en el olvido casi absoluto de las autoridades.

Chile comenzó bien. Millones de pesos de la mano de Don Francisco y con el abrazo efusivo entre Michelle Bachelet y el presidente electo Sebastián Piñera. Decayó todo, se fue la prensa y la “normalidad” del país retornó, como si la devastación del terremoto y el tsunami que lo secundó nunca hubiesen existido, y los “zafradas” nunca hubiesen tenido que ver con horror cómo su hogar y su ciudad estaban en ruinas.

Llegaron los mineros y Chile fue el centro del mundo. Los 33 hombres que quedaron atrapados a 700 metros de profundidad lograban sobrevivir y salir por la cápsula Fénix, transformada en una verdadera celebridad. Piñera volvía en gloria y majestad con una victoria más política que social.

Los “chi chi chi, le le le” se oían en países que en su vida habían escuchado de Chile, con 33 héroes y un hombre que se paseaba por sus giras con el papel que simbolizó todo el proceso: “Estamos vivos los 33”. Fue tanta la exposición, que la Primera Dama “metió la pata” y le pidió ante las cámaras que dejara de mostrarlo. Hasta ahí llegó el famoso papel.

La Concertación, la nueva “oposición” después de 20 años, comenzaron a buscar los surcos de una gestión que tocó la cumbre con los mineros y vio cómo su popularidad se esfumaba por sus políticas de reconstrucción, que poco y nada han hecho por las zonas más afectadas como Dichato, Constitución, Iloca y Talcahuano.

Piñera no se enfocó en una reconstrucción a largo plazo, sino que se dedicó a ser político, a ver partidos de fútbol con gente que vive en mediaguas, a visitar a “Zafrada” para regalarle una frazada y una pelota, en medio de una tensión evidente y un descontento que se propaga rápidamente ante el difícil escenario que se avecina para los que aún siguen sin hogar.

El invierno está a la vuelta de la esquina, miles de chilenos viven en la incertidumbre y con la impotencia propia de ver cómo se anuncian soluciones y se prometen milagros, siendo que la realidad es un escenario completamente diferente.

¿Hasta cuándo? El sentido común, el ímpetu por ayudar a los que lo necesitan y el afán por hacer partidismo, tienen la palabra.

jueves, 24 de febrero de 2011

Gaddafi es humorista


Dueño de la revolución. Responsable por su pueblo. Víctima de Bin Laden. Una afrenta sin precedentes para Libia. Todas las anteriores utilizadas como argumentos por el coronel Gaddafi, presidente “vitalicio” de Libia, que puja para mantenerse en el poder, en el cual está desde 1969, y así evitar el efecto Egipto en un país cansado de la represión y esperanzado en encontrar el camino hacia democracia que está a la vuelta de la esquina, flanqueada por un solo hombre que poco a poco, se queda sin aliados.

Obama lo llamó “un baño de sangre” y en simples palabras lo es. Ordenó bombardear a su propio pueblo bajo el argumento de que están controlados por el efecto de las drogas y por grupos terroristas como Al Qaeda, cuando el único que debe irse y el único terrorista no es más que él mismo, cegado por su sed de poder interminable y negado a caer por voluntad popular.

La oposición comienza a apoderarse del poder y acorrala al excéntrico Gaddafi a un final con anunciado desenlace; sólo es cuestión de tiempo.

Cayó Mubarak, caerá Gaddafi y de corazón, que caigan todos y cada uno de los dictadores declarados y disfrazados, opresores de la libertad y del humanismo, contrarios a la expresión y a la democracia, que aunque muchos lo tilden de quimera, es un inicio mucho más próspero que el bombardeo de sangre y terror, una violación que jamás puede ser aceptada.

Hasta siempre, Gaddafi.